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jueves, 18 de septiembre de 2014

Las batallas en el desierto


Fue una lectura agradable. Un viernes en la tarde, un cielo ni nublado ni soleado, con un buen clima para caminar por las calles de la pequeña ciudad y perder el tiempo paso a paso. Tenía tiempo de sobra, un par de horas para hacer lo que quisiera antes de ir a un concierto de lo más gratificante. Entonces, decidí leer. Tal vez con las características anteriores mencionadas, lo mejor habría sido estar con algunos amigos y convivir, sin embargo, en esos momentos, en esas horas de aquel día viernes, me abordó un sentimiento de estar en soledad. No me considero apático o nada sociable, pero son esos instantes que necesitas estar sólo un buen rato. No para pensar en cosas o reflexionar o encontrarse con su yo interior, nada de eso o por lo menos no en mi caso. Únicamente quería estar con mi sombra nada más. Me senté en una banca de un parque cerca del río de la pequeña ciudad; estaba tranquilo y no había demasiados transeúntes para estar distrayéndome. El libro lo había pedido prestado de la biblioteca de la universidad, leí la sinopsis (siempre lo hago, a pesar de ya haberlo leído varias veces), miré la portada. La contemplé un minuto exacto, y comencé con las primeras letras de la oración inicial de la novela corta.

            En momentos no podía evitar sonreír y hasta reír un poco bajo de volumen, todo era divertido. La prosa era dinámica y directa. Sucesos tras sucesos pasaban tan rápido que las páginas cambiaban de lado hasta esconderla por la otra ya terminada también. Hubo un momento que detuve la lectura, en el instante donde menciona a la madre del amigo. Cerré entrecortadamente el libro para mirar la portada de colores oscuros y con un degradado peculiar de aquellas décadas pasadas. La mujer dibujada, la mujer ficticia que se encuentra sentada es realmente bella. Realmente perversa. Con las piernas cruzadas, con un vestido corto y sus manos tocando su delgada cintura, provoca que las fantasías vuelvan y se revoloteen en tu mente. Logré concebirla en un plano real, al punto de estar sentada a mi lado de la banca. Digna mujer de ganarse el corazón de un niño honesto, puro e inocente, pues ¿Qué mujer es merecedora de tal privilegio de una verdadera naturaleza? Ya nadie, ya nadie.

            A pesar de no ser posible, aquella mujer, aquella madre, quiere sonreír. Esos labios negros desean formar una luna menguante de carne y saliva, de lápiz labial. Por eso digo, que esa mujer es traviesa, denota perversión. Sí querían llamar la atención con esa portada para vender el libro, digo que lo han logrado. El título de la novela corta: Las Batallas en el desierto, sólo es mencionado una vez en todo el relato y la historia, y de una manera fugaz casi sin importancia. Es más, cuando alguien pregunta sí has leído el libro, ya sea la respuesta positiva o negativa, no imaginas un desierto ni mucho menos una batallas. Posiblemente en un patio arenoso de una primaria o secundaria. Sin embargo, lo primero que llega a la mente, es la enigmática mujer sentada con sus ojos censurados. Realmente sorpresivo.

                    

Acabé la pequeña obra maestra en unas dos horas u hora y media. Cerré los ojos unos instantes y sonreí por la desgracia ficticia, por la infelicidad irreal de unas páginas ya amarillentas y letras pequeñas y negras. El cielo se había nublado ya en su totalidad y decidí fumar un pequeño cigarro mientras miraba a las parejas sentadas en todo el ancho del parque.


            El final es melancólico. Triste en cierta manera. Decepcionante de otra forma. Sin embargo, conmovedor y excelente son las palabras exactas y correctas. A pesar de ser la opinión de un simple lector y amateur de la literatura, me encantó la forma en como el título sirve de dos cosas: aparte de ser una batalla imaginaria en el patio trasero de una escuela. Las batallas en el desierto, se presenta como la vida amorosa del niño. Lleno de calor sentimental, de una extensión prolongada, con ilusiones de un corazón enamorado. Sin recursos para ganarla. Quedándote solo, blanco, áspero y diluido como la arena. Un libro el cual no puede ser explicado porque sobran las palabras innecesarias, mejor, es leerla en una tarde, en una noche, sin prisas ni caminos. Para disfrutar de un amor imposible, incompresible, doloroso y magnífico. 

(Autor que no conozco...viñeta encantadora)

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