Fue
una lectura agradable. Un viernes en la tarde, un cielo ni nublado ni soleado,
con un buen clima para caminar por las calles de la pequeña ciudad y perder el
tiempo paso a paso. Tenía tiempo de sobra, un par de horas para hacer lo que
quisiera antes de ir a un concierto de lo más gratificante. Entonces, decidí
leer. Tal vez con las características anteriores mencionadas, lo mejor habría
sido estar con algunos amigos y convivir, sin embargo, en esos momentos, en
esas horas de aquel día viernes, me abordó un sentimiento de estar en soledad.
No me considero apático o nada sociable, pero son esos instantes que necesitas
estar sólo un buen rato. No para pensar en cosas o reflexionar o encontrarse
con su yo interior, nada de eso o por lo menos no en mi caso. Únicamente quería
estar con mi sombra nada más. Me senté en una banca de un parque cerca del río
de la pequeña ciudad; estaba tranquilo y no había demasiados transeúntes para
estar distrayéndome. El libro lo había pedido prestado de la biblioteca de la
universidad, leí la sinopsis (siempre lo hago, a pesar de ya haberlo leído varias
veces), miré la portada. La contemplé un minuto exacto, y comencé con las
primeras letras de la oración inicial de la novela corta.
En momentos no podía evitar sonreír
y hasta reír un poco bajo de volumen, todo era divertido. La prosa era dinámica
y directa. Sucesos tras sucesos pasaban tan rápido que las páginas cambiaban de
lado hasta esconderla por la otra ya terminada también. Hubo un momento que
detuve la lectura, en el instante donde menciona a la madre del amigo. Cerré
entrecortadamente el libro para mirar la portada de colores oscuros y con un
degradado peculiar de aquellas décadas pasadas. La mujer dibujada, la mujer ficticia
que se encuentra sentada es realmente bella. Realmente perversa. Con las
piernas cruzadas, con un vestido corto y sus manos tocando su delgada cintura,
provoca que las fantasías vuelvan y se revoloteen en tu mente. Logré concebirla
en un plano real, al punto de estar sentada a mi lado de la banca. Digna mujer
de ganarse el corazón de un niño honesto, puro e inocente, pues ¿Qué mujer es
merecedora de tal privilegio de una verdadera naturaleza? Ya nadie, ya nadie.
A pesar de no ser posible, aquella
mujer, aquella madre, quiere sonreír. Esos labios negros desean formar una luna
menguante de carne y saliva, de lápiz labial. Por eso digo, que esa mujer es
traviesa, denota perversión. Sí querían llamar la atención con esa portada para
vender el libro, digo que lo han logrado. El título de la novela corta: Las
Batallas en el desierto, sólo es mencionado una vez en todo el relato y la
historia, y de una manera fugaz casi sin importancia. Es más, cuando alguien
pregunta sí has leído el libro, ya sea la respuesta positiva o negativa, no
imaginas un desierto ni mucho menos una batallas. Posiblemente en un patio
arenoso de una primaria o secundaria. Sin embargo, lo primero que llega a la
mente, es la enigmática mujer sentada con sus ojos censurados. Realmente
sorpresivo.
Acabé la pequeña obra maestra en unas dos horas u
hora y media. Cerré los ojos unos instantes y sonreí por la desgracia ficticia,
por la infelicidad irreal de unas páginas ya amarillentas y letras pequeñas y
negras. El cielo se había nublado ya en su totalidad y decidí fumar un pequeño
cigarro mientras miraba a las parejas sentadas en todo el ancho del parque.
El final es melancólico. Triste en
cierta manera. Decepcionante de otra forma. Sin embargo, conmovedor y excelente
son las palabras exactas y correctas. A pesar de ser la opinión de un simple
lector y amateur de la literatura, me encantó la forma en como el título sirve
de dos cosas: aparte de ser una batalla imaginaria en el patio trasero de una
escuela. Las batallas en el desierto, se presenta como la vida amorosa del
niño. Lleno de calor sentimental, de una extensión prolongada, con ilusiones de
un corazón enamorado. Sin recursos para ganarla. Quedándote solo, blanco,
áspero y diluido como la arena. Un libro el cual no puede ser explicado porque
sobran las palabras innecesarias, mejor, es leerla en una tarde, en una noche,
sin prisas ni caminos. Para disfrutar de un amor imposible, incompresible,
doloroso y magnífico.
(Autor que no conozco...viñeta encantadora)
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